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Región Friuli Venezia Giulia

Giosuè Carducci amaba muchísimo las pequeñas cascadas de Chiaulis, en la Carnia. Esta es una tierra de chalets y pastores, donde la arquitectura de las casas, al igual que el dialecto, denota una fuerte influencia alemana, con un paisaje caracterizado por una armonía de prados y bosques de hayas y abetos: aquí se producen unos quesos excepcionales, uno de ellos es el renombrado Montasio.
Pero es la atmósfera centroeuropea el aspecto interesante del Friuli, visible sobre todo en las calles de Trieste, en la elegancia de los edificios del centro y en sus históricos cafés, que recuerdan con un poco de melancolía su glorioso pasado, y donde se puede ir para leer el periódico, jugar al ajedrez, hablar de negocios, o simplemente para conversar en una hermosa atmósfera romántica y decadente, tal vez delante de una linzertorte, perfumada de almendras. La tradición de los cafés se remonta a fines del siglo XIX, cuando eran frecuentados por escritores como Umberto Saba, Italo Svevo o su amigo James Joice que, en uno de estos locales, concibió su obra maestra: el Ulises. Son locales refinados, llenos de encanto, de oros y espejos, y si bien en sus mesas ya no se sientan funcionarios de los Habsburgo o intelectuales rebeldes, los cafés representan aún la rica vida cultural de la ciudad. En Trieste, a la austeridad de los edificios históricos, que están en la plaza de la Unidad de Italia, se contrapone, poco fuera del centro, la vitalidad del barrio de San Giacomo lleno de tiendas, bares y hosterías, donde se renueva el rito del spritz (vino blanco y soda) y de sugestivos locales donde los empleados, en la pausa para el café, en vez del croissant comen un plato de carnes cocidas, llamado bollito misto, en el mostrador: el plato, con su variedad de carnes, expresa a la perfección la mezcla de elementos nórdicos. Efectivamente, la cocina austriaca, la húngara, la eslava y la hebraica han confluido en la gastronomía triestina, dando lugar a sabrosos platos, de sabores agridulces, como los pistum (ñoquis de pan rallado con hierbas aromáticas y pasas de uva), las lasagne al papavero, los gnocchi di prugne y la lepre boema. Las exquisitas variaciones de los más famosos dulces austriacos como la Sacher, los Krapfen, el strudel, acompañan en la pastelería el dulce típico del Friuli: la gubana, que tiene una característica forma a espiral.
En el Friuli no faltan las ocasiones culturales y de diversión, como el Mittelfest de Cividale o la fiesta del jamón en San Daniele pero el evento por excelencia de la región es la Barcolana, la escenográfica regata de veleros, en el bello marco del Golfo de Trieste: con más de dos mil veleros y veintiséis mil balandristas es la regata más concurrida del mondo!
El Friuli está lleno de castillos, antiguos palacios nobiliario y burgos fortificados. Sobre el mar de Trieste se asoma el castillo de Duino con la estupenda escalera paladiana, el comedor con los ricos estucos y la salón Azul con los preciosos cuadros de Piranesi. Se asoma al mar también el más famoso y visitado de los castillos triestinos: el de Miramare, de una blancura fascinante, construido por voluntad de Maximiliano de Habsburgo. En sus apartamentos, destacan la sala de la Música y la sala del Trono. Los invernaderos acogen aves y mariposas, y la reserva marina protege 120 hectáreas de fauna y flora. Pero el símbolo de Trieste es el castillo de San Giusto con sus potentes bastiones. A 15 kilómetros de Udine se encuentra el castillo de Villalta, que data del siglo XIII, y es uno de los que mejor se ha conservado en la región.
De Udine no puede dejar de notarse inmediatamente su elegancia arquitectónica, con los pórticos de gusto véneto, los numerosos palacios renacentistas y la fina fachada del Duomo: fue precisamente mientras pintaba la capilla del S.S. Sacramento del Duomo, donde la fuerza expresiva y el realismo de la representación son sorprendentes, que Giambattista Tiepolo, maestro del siglo XVIII europeo, se hizo famoso. La ciudad está dominada por una colina y por un Castillo del siglo XVI, está llena de tiendas de flores, boutiques y locales refinados; allí se puede apreciar una bella atmósfera festiva, la gente ama los bares, los restaurantes y las tabernas, donde es de rigor el tajut: el “bianchino fuori pasto”, un vaso de vino que se bebe en el mostrador como aperitivo, acompañado de embutidos y quesos.
También Pordenone es una ciudad vivaz y rica de eventos culturales. Quien quiera caminar entre los palacios medievales y repararse debajo de los pórticos antiguos, tiene que ir de plaza Cavour hacia el río Nocello.
En Gorizia, las construcciones medievales de borgo Castello, el corazón antiguo de la ciudad, se alternan con las barrocas que rodean la plaza della Vittoria y a los eclécticos palacios del siglo XIX.
Y, para los amantes de los mosaicos, el Friuli ofrece una espléndida ocasión: la de visitar las obras maestras que, después de mil quinientos años, siguen iluminando la Basílica de Aquileia.

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